Soñè con Andrea

Por una extraña razón invitaron a mi banda a tocar en un festival neojipi en algún extraño paraje campirano del Estado de México. Y por alguna aún más extraña razón, yo tenía que ir a recoger la publicidad del evento. En el lugar, me atendió la señorita Andrea, Imaginen la escena en slow motion como en 300 pero sin lanzas ni sangre, aunque creo que sí había por ahí un espartano semidesnudo mamadísimo… el caso que ahí andaba, toda linda, mi cabecilla se dio el lujo de brindarme detalles bien suaves. Estaba de espalda, tatuaje en la espalda (así supe que era ella); volteó como en los comerciales de Caprice, su madre si que le cuido su pelo, y su piel y su boca y todito. Cuando me vio acercarme sonrió malévolamente (detalle soberbio).

Una vez abusado lo suficiente del efecto de slow motion la escena se desarrolló normalmente, yo me chivié como buen provinciano cuando llegué directito a lo que iba sin decir una palabra de más, ella no dejaba de verme a los ojos y a mi me costaba demasiado aplicar mi mirada “blue steel”, así que opté por agachar un poco la cabeza como el buen dork que soy.

Ella era experta en art noveau, así que el cartel quedó bien chingón, pero ash, escribió mal el nombre de mi banda, Así que se comprometió a corregirlo y a la tarde siguiente llevarme los nuevos carteles corregidos al hotel donde me quedaba. Mientras me aseguraba eso no dejaba de sonreír, mi inseguridad se manifestó en gotitas de sudor que corrían por mis cachetes, “por favor que no se despida de beso” pensé. “Adiós choco”, me da un besito en la mejilla condimentada y yo estoy que me lleva la chingada. Solo sonreí como imbécil y me retiré lo más rápido posible, afuera seguía el espartano mamado, fumando un cigarro.

Fui a una tienda y me compre un libro de autoayuda de Carlos Cuauhtemoc Sánchez y acto seguido, lo leì en menos de 5 minutos y así recuperé mi seguridad de dandy. Sólo en sueños funcionan esos pinches libros. Y sólo en sueños soy así de dandy.

Corte directo a escena siguiente, yo vestido 50`s hard core fumando mis faros en la terraza café de mi hotel fresón del centro histérico capitalino. Ella puntualita, sobra decir que en mi cabeza rondaban albures con harta clase, vestido negro y blanco arribita de la rodilla, obvio tenía una cicatriz pequeña en la rodilla que me causó ternurita, tacones y on the top otro detalle soberbio, tentes heart shaped de Lolita. No sé por que en mis sueños todo mundo es super fashion.

De pronto la pena se me fue y le invité un wisky, me dijo que eso es para señores amargados, que quería un bloody mary. En el cartel mi banda seguía con errores ortográficos, pero me valió queso y lo dejé de lado. Entonces de manera muy natural el día se hizo noche y comenzó a sonar un tango de Gardel muy pícaro. En un acto sumamente varonil la invié a bailar. Obvio el atuendo cambió a algo más formal en un abrir y cerrar de ojos. Sobra decir que soy tremendo bailarín. Pero algo faltaba, no sé qué demonios era, Andrea (como he de suponer) no es como cualquier chamacona que se derretirìa en mis brazos ante tal acto saturado de feromonas.

Seguía sonriendo pero su sonrisa tenía algo perturbador, parecía tener la seguridad de que ella estaba al mando mientras yo, como casi todos los hombres pensaría lo contrario y sería feliz en esa fantasía, pero no, yo no soy como todos, así que me dì cuenta detuve el baile y mejor la invité a la playa. No sé por qué, a mi la playa me nefastea.

Corte directo, ya estábamos en Acapulgo del 76 (como la canción de mi banda). Claro, no podrìamos viajar de otra forma que no fuera en mi Cadillac.

Andrea me permitirè decir que te ves tremendamente bien en traje de baño old fashioned. Y yo por alguna extraña razòn tenìa un cuerpo digno de lucir sin camisa (pero no como el tìpico modelo de abercrombie, si fuera asì hubiera vomitado sobre mi).

Despuès de pasar el dìa jugando con una pelotota, platicando sobre Kant, bebiendo margaritas y surfear como locos adolescentes te llevé a mi cuarto.

Me enamoré de ti, te amo Andrea.

Con tremenda seguridad comenzaste a desvestirte, y yo caì en cuenta de que tù no estabas enamorada y que probablemente jugabas conmigo. Tu sonrisa malévola no desaparecía. Nunca imaginé que jugaras tan bien. Pero yo sigo enamorado asì que digo “adiós, me tengo que ir”, te dejo las llaves de mi Cadillac para que regreses a tu casa y yo me voy en un autobús mugroso meditando sobre lo marica que me dejé ver. Pero me propuse ir a buscarte y esta vez tratar, ora sí, de enamorarte bien.

¿Cómo se le hace para enamorarte? me quedo con la duda .